dissabte, 30 de maig del 2009

Lauren

- ¿Hola, cómo estás? - dijo Lauren con un acento inglés que parecía estúpida.
- Hola Lauren - contesté con una sonrisa que me hacía parecer aún más estúpido a mí-.¿ Por qué me hablas en español? Ya sabes que te entiendo igual si me hablas en inglés.
- Ya, pero no puedo. Hay algo dentro de mí que me lo impide.
Aunque no era el lugar y menos el momento adecuado, habría empezado a reírme, ya que la situación me parecía muy cómica. Aquél acento inglés hacía que su castellano fuera de lo más cómico que se había sentido jamás.
- Ah. Y… ¿Por qué no puedes hablarme en inglés?
- Porque… La verdad es que no lo sé. A lo mejor, fue el enano que nos comimos anoche o puede que sean las mariquitas que vimos anteayer, que cómo si fueran aire se introdujeron por mi nariz. Oh, no! Ya lo sé! Seguramente son los frigoríficos que metí en mi oreja hace tres días.
El tono de su voz era cada vez más alto y cada vez que mencionaba algo, el tono se volvía irónico. La verdad es que nunca supe porque lo dijo de aquella forma.
- Ah.
- Ah?
- Mmm… Sí.
- ¿Esta es tu respuesta? ¿No me dirás nada más? Te estoy diciendo que me he metido frigoríficos por la oreja! Que me comí a un enano!
- Lo he escuchado. Creo que aún no soy sordo.
- Lo que te pasa a ti es que eres imbécil!
Y con lágrimas en los ojos marchó de la habitación. Nunca llegué a pensar que se fue porque la ofendí. ¿Era la ignorancia ante el mundo la que hizo que Lauren me odiase tanto como para ponerse a llorar y huyera de mi? Tal vez fue el odio que yo sentía ante su persona. Tal vez pensé que era estúpido que alguien se hubiera metido más de un frigorífico por la oreja. Pero era realmente estúpido? ¿Y si lo era, por qué lo era? ¿Quién lo decidió? ¿Yo? ¿Fui yo el que decidí? Todo era tan relativo que nunca supe la razón por la cual Lauren marchó de aquella habitación y me dejó así. Indiferente.
Aún estoy buscando a Lauren. Miré dentro de todos los frigoríficos del mundo. Quedé tan demacrado de los golpes que la gente me daba cada vez que entraba en una casa que llegué a tener miedo de qué Lauren no me conociera. Lauren, Lauren, Lauren… Visité todas y cada una de las casas del mundo. Me reuní con todas las mariquitas que vuelan por la atmósfera de nuestro planeta. Visité Marte, Júpiter y Saturno para comprobar que no quedaban enanos en el universo, capaces de ser comidos por Lauren. Pero nada.
- Nada?
- Nada.
- Ah.
- Ah?
- Mmm… Sí.